22 de enero de 2016

La máquina

La máquina

    Al despertar, una idea revoloteaba su mente, “La codicia” como motor de la conducta humana y su propia falta de adecuación a la sociedad. Siempre tuvo la convicción que el desinterés y la generosidad, iluminaban el camino a recorrer.
       No vas a cambiar de viejo –.dijo para sus adentros y cebó el tercer mate mirando por la puerta que daba al descuidado patio.
    Bajó de un estante de la biblioteca la vieja “Remington”, colocándola sobre el escritorio. Rápidamente puso una hoja en el carrete y comenzó a teclear.
       ¿Por qué no usas la computadora, te despertaste nostálgico? –preguntó Soledad desde la cocina.
       ¡Éste sonido es música para mis oídos…! Me hace sentir inspirado y las palabras fluyen… –respondió Jacinto riendo.
       Para vos. A mí me crispa los nervios y suena desafinado. Si quieres te bajo la aplicación. La computadora hace el mismo ruido y se puede graduar el volumen –propuso Soledad.
       ¡Ni se te ocurra! Esto es otra cosa –concluyó Jacinto y continuó martillando sus dedos sobre el teclado.
    Jacinto convivía con Soledad, mujer de mediana edad y prominentes tetas, con la que había tomado contacto íntimo unos meses atrás pero conocía de larga data. No era precisamente su musa inspiradora, aunque los comentarios que realizaba y sus sobresalientes pechos, lo regresaban a la realidad cotidiana, haciéndolo sentir vivo.
    Durante cuatro horas el ruido de la máquina invadió la casa, alternando breves interrupciones de absoluto silencio que mantenían expectante a Soledad y aumentaban su fastidio.
    Mientras preparaba el almuerzo, Soledad fantaseaba con las diferentes formas de eliminar definitivamente el insoportable ruido.
       ¿Puedes parar por un momento? –.gritó Soledad tomándose la cabeza con ambas manos.
       ¿Qué sucede Soledad? –.preguntó Jacinto mientras continuaba tecleando.
       Nada. Solo me duele la cabeza, no te preocupes –.respondió.
    Lentamente se acercó hasta el escritorio donde Jacinto continuaba machacando la máquina y tocándole el hombro dijo:
       ¿Cuál es el tema de hoy? –.
       La codicia, el egoísmo y cómo al alejarte de esos sentimientos la sociedad te aísla condenándote a la soledad –.respondió Jacinto refregándose los ojos.
       Es sabido, la gente no quieren estar con quien les haga tener presente sus debilidades. Todos en el fondo de su ser conocen su egoísmo, el grado de codicia que profesan y temen ser descubiertos. Creen que lo pueden enmascarar –reflexionó Soledad.
       El tema va más allá. Son ovejas jactándose de su lana, alimentando al lobo –respondió Jacinto y continuó escribiendo.
       Sigues queriendo cambiar al mundo –dijo Soledad sonriendo.
       Por lo menos el mundo no logró cambiarme a mí –respondió Jacinto.
       Es verdad, pero te has preguntado ¿Cuál en tu grado de avidez intelectual y egocentrismo espiritual? –.pregunto Soledad con tono severo.
    Jacinto interrumpió la escritura manteniendo un prolongado silencio. Soledad, luego de unos minutos, beso la frente de su compañero y se retiró del estudio, regresando a su cotidiana tarea en la cocina.

    El silencio reinó en la casa. La vieja “Remington” regresó al estante.

20 de marzo de 2015

El solitario

Cuento


El solitario


Desde muy pequeño José tuvo problemas de relación con el resto del mundo, ya en el colegio primario recibía la burla de sus compañeros y era el tema de todas las bromas.
Acostumbrado a esa situación fue convirtiéndose en un observador de todo lo que lo rodeaba tratando de permanecer invisible.
Así fue armando su mundo protegido de la agresión externa que la realidad le propuso desde su niñez.
Como un designio imposible de cambiar, encontró rechazo como respuesta a cada intento de socializar.
La adolescencia fortaleció su posición, varios conocidos pero ningún amigo verdadero eran los acompañantes ocasionales con los que compartía las salidas propias de la edad.
Nunca pudo mantener una relación con el sexo opuesto que superara el segundo encuentro.
La resignación parecía ser la única alternativa posible y la observación crítica su relación con el mundo.
Esa mañana despertó con la idea de cambiar rotundamente la actitud, como todos los días tomó en subte rumbo a su trabajo, era su cumpleaños numero veinticinco y como todos los años esperó llamadas que nunca llegaron. Consideró que un cuarto de siglo había sido demasiado tiempo desperdiciado observando al mundo sin participar ni disfrutar de sus bondades.
Aunque siempre había intentado integrarse esta vez tenía un mayor entusiasmo, los años de observación inteligente le daban una ventaja sobre el resto y utilizándola apropiadamente lograría su cometido.
Sabía que la presencia era de suma importancia para la aceptación social por lo que dedicó algunos días a renovar su vestuario, corte de pelo y adquirió el costoso perfume de moda.
Como era viernes, se dirigió a un local de baile y ya instalado en la barra comenzó conversaciones intrascendentes con los concurrentes.
Observando el entorno desde una posición superior, notó que inmediatamente comenzaba a encajar en el casual grupo.
No comprendía como una situación tan simple, que ahora manejaba, le había resultado imposible de superar durante tantos años. Esto lo enfureció pero logró controlarse continuando con su actitud socialmente aceptada.
Las horas fueron pasando, él ya pertenecía al grupo divertido y se movía por todo el lugar con amplia libertad y soltura.
En un rincón notó que una retraída joven trataba de pasar desapercibida y acercándose a ésta, comenzó una trivial conversación.
- Me gustaría que todos la pasáramos bien, té noto muy triste y solitaria -.
- ¿Qué té pasa boludo?. Si querés curtir, sé directo. Dijo la retraída joven mientras prendía un cigarrillo.
Por un momento sintió que el rechazo nuevamente lo había alcanzado pero sobreponiéndose, se sentó y pasándole el brazo por el cuello le colocó un beso francés y prolongado.
Durante algunos minutos continuaron intercambiando saliva y juegos de manos sin pronunciar palabra.
Reflexionó sobre el momento, la situación le parecía absurda y grotesca, se encontraba participando de un juego promiscuo al que siempre había aspirado pero que lo hacía sentir masificado y no lo gratificaba.
Quería modificar las reglas de juego y para ello salir del lugar se hacía imprescindible. Su propuesta no se hizo esperar.
- Vamos a otro lado, un lugar más tranquilo e íntimo -.
- ¡No, yo me quedo!, ¿ Por qué no vas a tomar algo y te refrescas un poco?.
- Está bien -. Respondió mientras se paraba rumbo a la calle.
Al retirarse del lugar un pensamiento lo perturbó, veía en esa mujer la representación de todas sus historias de rechazo, las bromas de sus compañeros de colegio, el olvido, la falta de atención de sus padres, su propio desprecio. Y la odió con todo el rencor acumulado durante largos años.
Esperó pacientemente a que saliera la mujer y manteniendo una distancia prudencial la siguió por varias cuadras. La adrenalina iba aumentando a cada paso, la calle se encontraba totalmente desierta y oscura, ese era el momento esperado.
Tropezó con una botella de cerveza, la recogió y comenzó a correr hacia la desprevenida y ebria víctima, al llegar hasta ella y sin detener su carrera, golpeó con todas sus fuerzas la cabeza de la mujer que cayó sobre la vereda quedando boca abajo sobre un charco de sangre.
Continuó su carrera hasta perderse en la esquina aminorando la marcha y retomando la respiración. Se sentía bien, en la avenida tomo el primer colectivo y desapareció sin rumbo definido.
Poco le preocupaba el estado en que pudiera haber quedado esa chica, si estaba muerta o herida.
Al llegar a su domicilio tomó una ducha, comió algo y se acostó a dormir satisfecho por lo acontecido durante la noche.
Por la mañana observó los distintos informativos por televisión, no escuchó la noticia esperada. Seguía siendo ignorado, invisible, pero esta vez eso aumentaba la ventaja.
Continuó su vida en la forma acostumbrada y solitaria, agregando a la rutina esporádicas salidas.
Del viernes en que sucedió aquel incidente habían pasado varios meses y ya lo tenía en el olvido. Aunque nunca indagó el real daño provocado, supuso que no habría sido demasiado por la falta de trascendencia y con morbosa curiosidad regresó al lugar.
Allí trató de averiguar en la barra sobre el suceso, sin preguntar demasiado.
- ¿Cómo se pone el boliche, es tranquilo?
- Más o menos, hace unos meses se la dieron a una piba. Le reventaron la cabeza con una botella –.
Comento el encargado mientras le completaba la segunda copa.
- Que joda, hay cada loco suelto -.
- ¡Suelto no!, Lo agarraron esa mañana con la botella en la mano, gritando el nombre de la piba y llorando sobre el cuerpo. Era el novio, negó todo, pero marche preso. Un tema de celos, la mina era muy rápida, esa noche había estado apretando con un tipo nuevo en el boliche, trataron de localizarlo pero no apareció más-
En diez minutos se había enterado de todo, su interlocutor hablaba hasta por los codos y seguramente le había caído simpático o estaba muy aburrido. La tercer copa fue de cortesía.
Sintiéndose protegido por el anonimato, trató de integrarse a la diversión y como se encontraba alegre por el alcohol, se comportó de forma tal que recibió la aprobación de los concurrentes.
Ya entrada la madrugada salió del local de baile con una casual acompañante dirigiéndose a un hotel de la zona.
Al llegar a la habitación continuó con los juegos amorosos intentando concretar la relación y fracasando en varias oportunidades.
- Esa la primera vez que me pasa -. Dijo algo nervioso.
- Está bien, le puede pasar a cualquiera, no tiene importancia –. Le respondió su casual acompañante, mientras contenía una notoria sonrisa.
- Es cierto nunca me había pasado, yo soy un tipo muy viril -.
Al escuchar esta última frase la contenida risa se liberó estridentemente.
- ¡Dejate de joder!, Necesitas una grúa y un par de ballenitas -.
En ese momento sintió que la adrenalina lo invadía y abalanzándose sobre ella comenzó a golpearla con incontenible violencia haciéndole perder el conocimiento, por varios minutos siguió el castigo sobre la cama, luego la arrastró hasta el baño y continuó golpeando su cabeza contra el piso hasta completar definitivamente su propósito.
Se ducho y esperó pacientemente el momento oportuno para salir del hotel sin ser visto y perderse entre la gente.
Todo funcionaba en la forma esperada, los días iban pasando sin novedades ni alteraciones, estaba tranquilo, muy contento comenzó a vestirse y perfumarse para ir a bailar. Era viernes por la noche.

A primera vista


Cuento


A primera vista



Margarita había sido educada al modo antiguo, estricto, gozando de poca libertad y haciendo un culto de su virginidad.
A los quince años su madre le confeccionó el vestido para la fiesta, ella lo lució ante la parentela con cierto orgullo pero algo avergonzada frente a sus amistades.
Fue creciendo bajo un constante control y con una doble actitud trató de encajar en el mundo sin abandonar los valores que le inculcaran desde niña.
Ya había cumplido veinte y aún no conocía la intimidad con un hombre, solo esporádicos juegos de manos en reservados de algún local de baile con casuales acompañantes que no llamaban al día siguiente.
Fueron pasando los años y cada vez se le hacía más difícil concretar su realización de pareja, el amor parecía estar muy lejos de sus posibilidades y lo que para ella era una virtud se había convertido en el principal motivo de su fracaso.
Dejó de concurrir a bailes, de maquillarse y tomó como único refugio las fantasías que encontraba en la lectura de novelas románticas.
Una lluviosa mañana de mayo abordó el subte con destino a la oficina, como de costumbre mantenía la vista fija en su lectura, de pronto se sintió observada. Un hombre que se encontraba frente a ella, correctamente vestido, no dejaba de mirarla tras sus anteojos negros y esto la incomodó, verificó que se encontraba apropiadamente sentada y regreso al libro de cuentos donde se sintió identificada con uno de los personajes.
En forma imaginaria fue desarrollando un dialogo con el desconocido explayándose sobre sus virtudes y confesándole sus más ocultos deseos. Era la primera vez que realizaba un juego mental de ese tipo y le pareció divertido. Al llegar a la estación se paró regalándole una cómplice sonrisa al desconocido, como si la conversación hubiera sido real.
El episodio del subte comenzó a hacerse presente en sus sueños donde el hombre fue adoptando una cautivante personalidad que poco a poco fue ganando su corazón.
Margarita se había enamorado, era tan auténtico, la sorprendía con elocuentes frases y diálogos inteligentes, además sus sueños eran cada vez más largos y colmados de experiencias eróticas.
En una oportunidad, luego de un vívido encuentro amoroso, su amado le entregó una rosa que ella guardó celosamente en un secreto lugar. Al despertar la busco infructuosamente durante horas tratando de recordar el sitio.
Comenzó a creer que no se trataba de una fantasía, que realmente se había conectado de alguna forma y ese era el hombre de su vida.
La idea del amor trascendente siempre existió en ella y ésta era la demostración de su acierto. Durante el próximo sueño plantearía un encuentro diurno en el mundo real.
Muchas noches pasaron y en varias se encontró con su alma gemela pero cada vez que intentaba concretar la reunión un sobresalto interrumpía su sueño despertando en forma abrupta y agitada.
Abandonando la idea, dedicó todos sus esfuerzos a su vida onírica y disfrutó cada ensueño con su amante nocturno.
Llevaba una vida paralela, durante el día una recatada y seria dama, por las noches una enamorada y juguetona mujer.
Esa mañana el subte llegó más lleno que de costumbre, en uno de los vagones delanteros viajaba su amante, intentó llegarse hasta él pero tuvo que abordar en otro varios metros atrás. Desesperada intentó adelantarse pero la gran cantidad de pasajeros se lo impidió.
No bajó en la estación Tribunales y continuó hasta Catedral, era su oportunidad y no podía desperdiciarla.
Velozmente subió hasta la calle y en la esquina, esperando el paso del semáforo estaba su amado. Corrió hasta él y lo tomó del brazo, en ese momento escucho por primera vez su voz:
- Gracias, pero puedo cruzar solo.-
- Disculpe, pero yo no -. Dijo Margarita sin soltarlo.
Recién en ese momento advirtió que el hombre llevaba un bastón blanco.
Cruzaron la Av. De Mayo y conversando se perdieron en el patio del Cabildo.

11 de marzo de 2015

Trece cuarenta y tres

Cuento Corto


Trece cuarenta y tres


Trece cuarenta y tres, una cifra con significado incomprensible. Desde siempre, el rumor interior al pensarla me llenó de sensaciones difícilmente relacionadas con la realidad.
De niño, durante los minutos previos al sueño, cuando los pensamientos se liberan y asocian entre sí dominando la situación, el sonido casi musical de trece cuarenta y tres marcaba el límite de lo posible y recordable llevándome a un mundo de ensueño profundo.
Así fue acompañando mi crecimiento en la más secreta complicidad. Con el pasar de los años busque relaciones cabalísticas y significados mágicos sin encontrar en la bibliografía consultada ningún resultado que satisfaga mi inquietud. El número continuaba siendo un misterio y revelar su significado se estaba convirtiendo en una obsesión.
Esa mañana mi jornada comenzó en la forma habitual, unos mates amargos dieron la acostumbrada molestia gástrica que iba desapareciendo con el consumo de cigarrillos.
El rutinario sonido durante el viaje en subte me llevo a recordar a mi numeral amigo.
Al llegar a la estación Pasco un destello de luz me obligo a fijar la vista sobre una mujer vestida de blanco que caminaba cansina por la plataforma. La profunda tristeza que derramaba a su paso invadió mi pensamiento, esa sensación me acompaño el resto del día.
Comenté lo ocurrido con compañeros de oficina, sólo el viejo Funes efectuó un comentario al respecto.
        Te flechó la Novia de Alberti. – Dijo entre risas.
        ¿Qué dijo Funes? - Pregunté.
No respondió, continuó su rutinaria tarea ignorándome por completo.
Funes estaba a punto de jubilarse, un tipo solitario, muy reservado, de cuya vida privada no se sabía nada. A pesar del tiempo que trabajaba en la oficina nadie había intimado lo suficiente con él. En muy raras ocasiones participaba de charlas o bromas pero esa mañana su acotación aumentó mi inquietud y acaparó la atención del resto de los compañeros.
Mi insistencia en el tema dio pie a su relato acerca de la Novia de Alberti y como me imaginaba se trataba de una leyenda urbana, uno de los tantos fantasmas que existen en los túneles y estaciones de los subtes de Buenos Aires.
Para aquellos que no han tenido la oportunidad de conocer la trágica historia, haré una breve reseña: “Una joven, hermosa y muy enamorada dama, perteneciente a una tradicional familia porteña se encontraba a punto de realizar su anhelado sueño y llena de ilusión, desbordante de felicidad esperó a su amado en el altar. Él nunca se presentó, desesperada corrió hacia la estación Alberti de la línea  “A” arrojándose a las vías en momentos en que pasaba el tren. Desde ese instante, la aparición de una doncella vestida de blanco, pasea triste por el andén de la estación Alberti en busca de su compañero”.
Ya no se trataba de un número, ahora se agregaba una visión fantasmal y para mi obseso criterio totalmente relacionadas.
Funes me había dado la pista reveladora al interrogante de toda mi vida, se convirtió en mi confidente y pasábamos horas conversando sobre el tema, planificando, desarrollando estrategias. El encuentro debía concretarse. El juego había comenzado y lo disfrutaba plenamente.
Día tras día me presente en la estación Alberti a la espera de un contacto con la romántica dama y poco a poco mi interés por ella fue tomando características amorosas. Me había enamorado de un fantasma y deambulaba como un impaciente colegial.
Pasaron varias semanas pero mi interés no disminuía, mezclado entre la gente, recorrí el andén una y otra vez repitiendo en mi mente el número trece cuarenta y tres al ritmo de las ruedas del tren.
Funes interrumpió mis pensamientos.
  - Ya es tiempo que tomes una decisión. –
  - No comprendo, decisión, ¿Sobre qué? –
  - Las cosas son así, ella te está esperando y aunque tiene toda la eternidad, cada    instante de soledad aumenta su tristeza.
  - ¿Qué me propones Funes? Estoy un poco perturbado pero tengo total conciencia de la realidad. Las fantasías me seducen, disfruto del juego y esto es un juego. –
  - Si, pero la apuesta es alta. – Dijo Funes dejándome solo en el andén.


Varios trenes pasaron hasta tomar la decisión, por casualidad o no, el último y definitivo fue a las trece cuarenta y tres.

Los Ciclopes.

Cuento.

Los Ciclopes


María hacia un culto de la belleza, cuidaba con esmero su figura y presencia.
Muy atractiva, su pelo negro contrastaba llamativa-mente con la piel blanca y sus ojos verdes y chispeantes, invitaban a mirarla.
En la oficina era elogiada por sus compañeros que trataban de conquistarla con piropos y sonrisas. Esto le resultaba muy agradable a María, pero nunca accedía a las invitaciones  propuestas.
Federico un hombre prolijo, agraciado, simpático y locuaz, preocupado por ascender en su trabajo y dispuesto a conocer nuevas relaciones.
Se conocieron en el subterráneo. Miradas cómplices, sonrisas y pequeños gestos fueron haciendo que los viajes sean menos tediosos.
Durante uno de ellos, tomaron contacto físico, un simple rose por el exceso de pasajeros, determinó el comienzo de su relación.
Se gustaron, sintieron que su química era compatible e inmediatamente de una pequeña charla decidieron continuar los encuentros en un marco más adecuado.
Tomaron café, compartieron cigarrillos en la confitería “La Paz” y luego de una prolongada conversación sobre gustos y preferencias, decidieron intimar en un hotel de la zona.
El encuentro fue satisfactorio para ambos. Alegres, cansados y con gran apetito, degustaron una Pizza en “Las Cuartetas”, entre risas y pícaros comentarios.
-          No esperaba que el día terminara de esta forma.- Dijo Federico.
-          ¿Te decepcioné…?- Pregunto María entre risas.
-          De ninguna manera, al contrario. ¡Tengo miedo de enamorarme…!
-          ¡No creo! Pareces muy seguro de lo que quieres para tu vida y el amor no es algo que esté en tu lista.-
-          Es cierto, pareciera que me conoces desde hace mucho tiempo.-
-          Mucho tiempo no, pero “íntima y profundamente” si.- Dijo María y los dos rieron por algunos segundos.
La relación fue afianzándose, volviéndose cada vez más intensa y los prolongados encuentros más frecuentes.
Al poco tiempo comenzaron a convivir, la dependencia mutua era notable. Hacían todo juntos eran “el uno para el otro”.
Ambos tenían proyectos laborales y profesionales, deseaban progresar económica y socialmente.
Federico llegó del trabajo con una botella de champán y un regalo para María, quería festejar el ascenso y María lo recibió con la cena favorita.
Esa noche festejaron y tuvieron sexo en el comedor continuando en el dormitorio y luego bajo la ducha.
Siempre habían tenido especial cuidado durante sus contactos amorosos, un accidente los mantuvo inquietos durante algunos días y las dos rayas en el test, alteraron la mañana.
No se encontraba dentro los planes de María perder la figura ni dedicar tiempo a una crianza.
Era un momento en el que todas sus energías se concentraban en la propia realización social y profesional.
El amor no tenía lugar en su vida, solo el buen sexo y el placer sin compromiso ocupaban sus pensamientos.
Federico pensaba de igual forma, tenían muchos proyectos económicos y metas claras de superación social.
Querían una vida cómoda, una casa espaciosa, autos de lujo, dinero en el banco vacaciones en el caribe, para lograrlo deberían trabajar mucho y tener buena suerte. 
El vástago no era esperado y mucho menos deseado.
Muchas charlas sobre la posible interrupción del embarazo los mantuvo despiertos varias noches y siempre la misma conclusión. ¡Todavía no nació y ya está jodiendo!
La consulta médica determinó la imposibilidad de un aborto, era muy peligroso para la vida de la mujer.
Obligados por las circunstancias continuaron soportando la gravidez tratando de disminuir las incomodidades que esta provocaba.
Los vómitos matinales, la pérdida del apetito sexual y el engrosamiento de la cintura iban haciendo cada vez más espaciados los encuentros íntimos y desarrollando un profundo rencor hacia el hijo que encaprichado continuaba creciendo dentro de ella.
Solo una ventaja tenía en cuenta, luego del cuarto mes le cedían el asiento en el subte.
Federico, resignado ante la situación, pasaba horas haciendo cálculos del presupuesto familiar, lamentando la imposibilidad de cambiar el auto y añorando el cuerpo esbelto de su mujer.
Así fueron pasando los meses hasta que el niño vio la luz, lloró y comenzó a alimentarse succionando los pechos de la mujer en forma descarada y sin contemplaciones, frente al hombre que cada vez se sentía más apartado.
Cambiar los pañales era una tarea que Federico cumplía con total desagrado, el olor de las heces del niño lo trasportaba al peor de los mundos.
La falta de sueño aumentaba la mala predisposición y el llanto del bebe lo enardecía.
Un juego de fantasías comenzó a ocupar su mente y la necesidad de recuperar lo perdido ante el advenedizo usurpador.
Aparentando una amorosa relación filial, ambos progenitores fueron cumpliendo las sociales obligaciones, demostrando orgullo por su prole ante amistades y familiares, pero íntimamente cada uno y por diferentes motivos fueron alimentando un secreto encono hacia el niño.
Los meses fueron pasando y las obligaciones cotidianas hicieron de distracción aunque no de olvido.
Llegaron las fiestas de fin de año y con ellas el tiempo de planificar el descanso veraniego.
-          ¿Qué te gustaría hacer estas vacaciones? –. Preguntó Federico.
-          Podríamos alquilar una quinta. ¡No, mejor una casa en el Tigre! -.Dijo María.
-          Sería interesante, tranquilos y alejados de los problemas mundanos.-
-          ¡Un poco de vida salvaje…! Me gusta.-  Expreso María.  
El llanto del niño interrumpió la conversación, ella lo alzo en brazos y él preparo el biberón.
Por algunos días se dedicaron a la búsqueda de un lugar accesible a su presupuesto. Alquilaron una isla alejada pero aparentemente con comodidades que cumplían sus necesidades primarias.
Prepararon bolsos, pañales, provisiones y todo lo que podían llevar.
-          ¿Llevamos todo?- Preguntó María.
-          Supongo que sí, lo que falte lo compramos en el lugar.-
Emprendieron el viaje llegando a la última parada de la lancha colectiva, desde allí un lugareño con su bote remontó el riacho sin nombre hasta la isla que solo contaba con una ruinosa casa de chapa.
-           ¡La semana que viene paso! Les gritaba el botero mientras se alejaba ante las miradas de la sorprendida pareja.
-          ¡No te olvides…! Respondió Federico.
La sensación de abandono los invadió por unos minutos pero el llanto del bebe nuevamente los llevó a la realidad y mientras la mujer lo amamantaba, Federico cargó los bolsos dirigiéndose hacia la casa.
Al entrar observaron que la cabaña no contaba con las comodidades prometidas, carecía de electricidad, la cocina no funcionaba y el baño estaba sucio.
-          ¡Esto es un asco!- Exclamó María.
-          Por el precio está bastante bien.- Dijo Federico tratando de apaciguar la situación.
Limpiaron la casa, lavaron el baño y prendieron un fuego en la chimenea, acondicionaron el lugar como para estar lo más cómodos posible.
Una vieja lámpara de kerosene les brindó una romántica ambientación y pese a la precariedad comenzaron a disfrutar la tranquila atmósfera.
Esa noche cenaron parte de las provisiones que llevaban y se quedaron dormidos.
A la mañana siguiente realizaron un listado de productos a adquirir a la lancha almacén, que según el propietario debería pasar diariamente a las diez.
En vano esperaron el primer día, el segundo y el tercero.
La situación iba tornándose problemática, no eran los mosquitos y alimañas. El problema era la falta de alimentos y el llanto del niño que no paraba de devorar los pechos de la mujer.
Durante todo el día recorrió la isla en busca de cualquier cosa que pudiera mitigar el hambre.
Intentó infructuosamente cazar y pescar, probó todo tipo de hojas y algunas raíces comprobando su incapacidad y escasez de conocimiento.
Llegó a la casa con solo una rama de laurel y algunas ideas en su mente.
El silencio era interrumpido por el chisporroteo del fuego, el aroma a laurel y carne a la parrilla invadía la isla.
-          ¡Esto es exquisito! -. Dijo la mujer mientras acercaba el plato a su pareja con claro gesto de repetir la porción.
-          Te sirvo otro trozo -. Expresó sonriente el hombre mientras trozaba un cuarto trasero.
Esa noche tuvieron una relación sexual frenética bajo las estrellas del Delta.


No hubo interrupciones ni llantos de niño, tampoco precauciones para evitar un futuro embarazo.


3 de febrero de 2015

Insomnio



Cuento 



Insomnio


Desde muy pequeño el miedo estuvo presente, en un principio a la oscuridad, luego a las sombras que proyectaban sus juguetes, más tarde a los rostros que formaban los pliegues de la colcha. Siempre el momento previo al reposo estaba cargado de angustia y temor.

Así fue desarrollando una aversión al sueño y a la necesidad de descanso, que lo acompañaría por mucho tiempo.

La necesidad de relajarse lo indujo a consumir algunas copas durante la noche pero sólo de vez en cuando lograba alcanzar el letargo en forma apacible. El temor continuaba perturbándolo y se había convertido en la principal preocupación de su vida.

Técnicas de relajación, ejercicios y prácticas de yoga no impedían que en forma abrupta apareciera el desvelo y el miedo a tener miedo, ocupaba sus pensamientos durante las horas previas a la noche.

El día había transcurrido muy ocupado, mucho trabajo, algunos contratiempos y contradicciones lo habían agotado, realmente estaba cansado y deseaba tener un descanso reparador.

De regreso a su casa dormitó en el subte, el ruido de las vías y el movimiento lo cobijaron en una mágica cama transportándolo a un placentero pero breve estado de somnolencia que se interrumpió al llegar a la estación de destino.

Esa noche, la preocupación y la ansiedad se hicieron presentes en forma inmediata, no podía relajarse, comenzó a transpirar hasta humedecer las sábanas, la falta de aire y sensaciones vertiginosas lo obligaron a vestirse y salir del departamento.

Caminó varios minutos por la avenida hasta detenerse frente a la puerta de un sótano que con su luz rojiza lo invitaba a ingresar.

Mientras bajaba la escalera cubierta por una gastada alfombra de indefinido color, sus sentidos comenzaron a percibir múltiples estímulos; el aire estaba cargado de olor a perfume, vinagre y humedad con un pequeño toque de amoníaco proveniente de los sanitarios.

La empalagosa música latina invadía todo el lugar y una suave y mortecina luz destacaba la barra ubicada en la pared posterior revestida por un espejo manchado.

Se acomodó sobre una banqueta, prendió un cigarrillo y esperó ser atendido.
En forma displicente, con un trato familiar y afectuoso, la mujer que se encontraba tras la barra comenzó el diálogo.
- ¿Qué tomas?, ¿Es la primera vez que venís?, ¡Te cuento!-.
Y presentándose como Selene, comenzó la enumeración de una larga lista de precios, servicios y recomendaciones sobre las bondades de cada una de las damas de compañía que se encontraban en el lugar.
- Dame un Criadores -. Pidió con tono displicente.

Mientras consumía su primera copa fue observando las cualidades físicas de la mujer que continuaba hablando y riendo al finalizar cada frase. De edad indefinida pero superior a los cuarenta años, los veinte kilos de sobrepeso demostraban la gran cantidad de alcohol consumido durante las largas noches de vigilia y su piel cetrina, la de tabaco.

El diálogo que había comenzado con frívolos temas fue tornándose cada vez más profundo llegando a revelar secretos y actitudes existenciales de ambas partes. Un vínculo se había formado y lo festejaron con Whisky etiqueta negra en uno de los reservados.

En forma paulatina fueron recorriendo los caminos de la sensualidad y el placer hasta el agotamiento.

El alcohol y el sexo informal habían cumplido su cometido, totalmente relajado apoyó su cabeza sobre los enormes pechos de Selene y ella con una tierna actitud lo acomodo sobre el sillón, arropándolo y besando su frente.

Así  llegó al más profundo y reparador de los sueños.




29 de enero de 2015

Liboria

Cuento

Liboria


Habían pasado de las seis de la tarde, cuando una sensación de temor me invadió en forma repentina. Caminar por el Centro se hacía dificultoso, faltaba el aire, mis manos traspiradas buscaban de donde sujetarse y me detuve frente a la entrada del edificio.

Recobrando el aliento introduje la llave, abrí y tome el ascensor que lentamente me llevó hasta el 7º piso, al llegar al departamento me sentí recuperado y comencé a organizar las tareas mentalmente mientras me servía un whisky sin hielo.

Ya en “mi micro mundo controlado”, retomé la lectura interrumpida la noche anterior sin recordar con exactitud la página abandonada.

La oscuridad avanzaba, sus sombras iban reemplazando la luz por tinieblas y la pacífica lectura por ansiedad en concluirla. Cerré el libro.

Escenas del día se entremezclaban con imágenes de la lectura y el dialogo con Liboria.

-¡Pequeño ilusionista enamorado, llegaste tarde al lugar indicado!-

-¡Liboria, me hablas en rima!-

-¡Te noto un poco tenso para estar en la colina!-

Liboria se dirigió al dormitorio, fue desnudándose lenta y sensualmente, reclinándose sobre la cama e iluminando la habitación con una sonrisa cómplice. Presuroso entré en el cuarto pero al llegar, ella estaba dormida y yo despierto. La alcoba olía a vainilla.

En mi lectura, Liboria; una mujer atractiva de unos cuarenta años, temperamento reservado, acostumbrada a la buena vida y algo promiscua, jamás hablaría en rima y mucho menos se quedaría dormida. Es más, nunca durmió en toda la novela. Bueno, estaría cansada por eso.

No estoy seguro si el hecho era un juego imaginario o un primerizo y  tímido contacto con lo incorpóreo.

Ávido de comprender el suceso, recurrí al libro suponiendo encontrar algún indicio, pero infructuosas fueron las relecturas.

De hecho, Liboria había interferido en “mi micro mundo controlado”, su sensualidad alterado mis deseos y la imposibilidad de poseerla, una angustiosa frustración.

Busque en la biblioteca un texto sobre apariciones, rituales y formas de invocación que revisé mientras cenaba unos sándwiches.

Poco a poco el esoterismo fue filtrándose en mis pensamientos hasta invadirlos por completo. Solo traspasando la puerta hacia lo intangible llegaría a ella.

Comencé preparando la ambientación; sahumerios de vainilla, velas rojas, música de Vangelis, todo perfecto, faltaba Liboria pero estaba seguro de su aparición.

Tocaron a la puerta, al abrir era ella, sin decir palabra se abalanzó sobre la mesa donde quedaban algunos sándwiches de miga que devoró mientras trataba de justificarse.

-Hace mucho que no me materializo, tengo el hambre que provoca la eternidad.-

-Lo importante es que llegaste hasta mí, estamos juntos.-

-Eres el único que me invocó. Ya te dije que hace mucho que no me materializo y en la novela solo ingiero té verde.- Replicó Liboria.

-¿Qué eres Liboria; una fantasía producto de mi imaginación, un fantasma, un demonio, un ángel?- Pregunté con la novela en mis manos.

-Nada de eso, solo soy un personaje cansado de esperar que alguien tome un libro olvidado en la estantería, para poder sentir.-

Liboria luego de agradecerme con una sonrisa, salió del departamento.

Me asome por la ventana y la vi perderse entre la gente de la ciudad.



Al releer la novela note que Liboria ya no estaba, pero había un nuevo personaje que sufría ataques de pánico.