Cuento.
Los Ciclopes
María
hacia un culto de la belleza, cuidaba con esmero su figura y presencia.
Muy
atractiva, su pelo negro contrastaba llamativa-mente con la piel blanca y sus
ojos verdes y chispeantes, invitaban a mirarla.
En
la oficina era elogiada por sus compañeros que trataban de conquistarla con
piropos y sonrisas. Esto le resultaba muy agradable a María, pero nunca accedía
a las invitaciones propuestas.
Federico
un hombre prolijo, agraciado, simpático y locuaz, preocupado por ascender en su
trabajo y dispuesto a conocer nuevas relaciones.
Se
conocieron en el subterráneo. Miradas cómplices, sonrisas y pequeños gestos
fueron haciendo que los viajes sean menos tediosos.
Durante
uno de ellos, tomaron contacto físico, un simple rose por el exceso de pasajeros,
determinó el comienzo de su relación.
Se
gustaron, sintieron que su química era compatible e inmediatamente de una
pequeña charla decidieron continuar los encuentros en un marco más adecuado.
Tomaron
café, compartieron cigarrillos en la confitería “La Paz” y luego
de una prolongada conversación sobre gustos y preferencias, decidieron intimar
en un hotel de la zona.
El
encuentro fue satisfactorio para ambos. Alegres, cansados y con gran apetito, degustaron
una Pizza en “Las Cuartetas”, entre risas y pícaros comentarios.
-
No esperaba que el día terminara de esta
forma.- Dijo Federico.
-
¿Te decepcioné…?- Pregunto María entre
risas.
-
De ninguna manera, al contrario. ¡Tengo
miedo de enamorarme…!
-
¡No creo! Pareces muy seguro de lo que
quieres para tu vida y el amor no es algo que esté en tu lista.-
-
Es cierto, pareciera que me conoces
desde hace mucho tiempo.-
-
Mucho tiempo no, pero “íntima y
profundamente” si.- Dijo María y los dos rieron por algunos segundos.
La
relación fue afianzándose, volviéndose cada vez más intensa y los prolongados
encuentros más frecuentes.
Al
poco tiempo comenzaron a convivir, la dependencia mutua era notable. Hacían
todo juntos eran “el uno para el otro”.
Ambos
tenían proyectos laborales y profesionales, deseaban progresar económica y
socialmente.
Federico
llegó del trabajo con una botella de champán y un regalo para María, quería
festejar el ascenso y María lo recibió con la cena favorita.
Esa
noche festejaron y tuvieron sexo en el comedor continuando en el dormitorio y
luego bajo la ducha.
Siempre
habían tenido especial cuidado durante sus contactos amorosos, un accidente los
mantuvo inquietos durante algunos días y las dos rayas en el test, alteraron la
mañana.
No
se encontraba dentro los planes de María perder la figura ni dedicar tiempo a
una crianza.
Era
un momento en el que todas sus energías se concentraban en la propia
realización social y profesional.
El
amor no tenía lugar en su vida, solo el buen sexo y el placer sin compromiso
ocupaban sus pensamientos.
Federico
pensaba de igual forma, tenían muchos proyectos económicos y metas claras de
superación social.
Querían
una vida cómoda, una casa espaciosa, autos de lujo, dinero en el banco
vacaciones en el caribe, para lograrlo deberían trabajar mucho y tener buena
suerte.
El
vástago no era esperado y mucho menos deseado.
Muchas
charlas sobre la posible interrupción del embarazo los mantuvo despiertos
varias noches y siempre la misma conclusión. ¡Todavía no nació y ya está
jodiendo!
La
consulta médica determinó la imposibilidad de un aborto, era muy peligroso para
la vida de la mujer.
Obligados
por las circunstancias continuaron soportando la gravidez tratando de disminuir
las incomodidades que esta provocaba.
Los
vómitos matinales, la pérdida del apetito sexual y el engrosamiento de la
cintura iban haciendo cada vez más espaciados los encuentros íntimos y
desarrollando un profundo rencor hacia el hijo que encaprichado continuaba
creciendo dentro de ella.
Solo
una ventaja tenía en cuenta, luego del cuarto mes le cedían el asiento en el
subte.
Federico,
resignado ante la situación, pasaba horas haciendo cálculos del presupuesto
familiar, lamentando la imposibilidad de cambiar el auto y añorando el cuerpo
esbelto de su mujer.
Así
fueron pasando los meses hasta que el niño vio la luz, lloró y comenzó a
alimentarse succionando los pechos de la mujer en forma descarada y sin
contemplaciones, frente al hombre que cada vez se sentía más apartado.
Cambiar
los pañales era una tarea que Federico cumplía con total desagrado, el olor de
las heces del niño lo trasportaba al peor de los mundos.
La
falta de sueño aumentaba la mala predisposición y el llanto del bebe lo
enardecía.
Un
juego de fantasías comenzó a ocupar su mente y la necesidad de recuperar lo
perdido ante el advenedizo usurpador.
Aparentando
una amorosa relación filial, ambos progenitores fueron cumpliendo las sociales
obligaciones, demostrando orgullo por su prole ante amistades y familiares,
pero íntimamente cada uno y por diferentes motivos fueron alimentando un
secreto encono hacia el niño.
Los
meses fueron pasando y las obligaciones cotidianas hicieron de distracción
aunque no de olvido.
Llegaron
las fiestas de fin de año y con ellas el tiempo de planificar el descanso
veraniego.
-
¿Qué te gustaría hacer estas vacaciones?
–. Preguntó Federico.
-
Podríamos alquilar una quinta. ¡No,
mejor una casa en el Tigre! -.Dijo María.
-
Sería interesante, tranquilos y alejados
de los problemas mundanos.-
-
¡Un poco de vida salvaje…! Me gusta.- Expreso María.
El
llanto del niño interrumpió la conversación, ella lo alzo en brazos y él preparo
el biberón.
Por
algunos días se dedicaron a la búsqueda de un lugar accesible a su presupuesto.
Alquilaron una isla alejada pero aparentemente con comodidades que cumplían sus
necesidades primarias.
Prepararon
bolsos, pañales, provisiones y todo lo que podían llevar.
-
¿Llevamos todo?- Preguntó María.
-
Supongo que sí, lo que falte lo
compramos en el lugar.-
Emprendieron
el viaje llegando a la última parada de la lancha colectiva, desde allí un
lugareño con su bote remontó el riacho sin nombre hasta la isla que solo
contaba con una ruinosa casa de chapa.
-
¡La semana que viene paso! Les gritaba el
botero mientras se alejaba ante las miradas de la sorprendida pareja.
-
¡No te olvides…! Respondió Federico.
La
sensación de abandono los invadió por unos minutos pero el llanto del bebe
nuevamente los llevó a la realidad y mientras la mujer lo amamantaba, Federico
cargó los bolsos dirigiéndose hacia la casa.
Al
entrar observaron que la cabaña no contaba con las comodidades prometidas,
carecía de electricidad, la cocina no funcionaba y el baño estaba sucio.
-
¡Esto es un asco!- Exclamó María.
-
Por el precio está bastante bien.- Dijo
Federico tratando de apaciguar la situación.
Limpiaron
la casa, lavaron el baño y prendieron un fuego en la chimenea, acondicionaron
el lugar como para estar lo más cómodos posible.
Una
vieja lámpara de kerosene les brindó una romántica ambientación y pese a la
precariedad comenzaron a disfrutar la tranquila atmósfera.
Esa
noche cenaron parte de las provisiones que llevaban y se quedaron dormidos.
A
la mañana siguiente realizaron un listado de productos a adquirir a la lancha
almacén, que según el propietario debería pasar diariamente a las diez.
En
vano esperaron el primer día, el segundo y el tercero.
La
situación iba tornándose problemática, no eran los mosquitos y alimañas. El
problema era la falta de alimentos y el llanto del niño que no paraba de
devorar los pechos de la mujer.
Durante
todo el día recorrió la isla en busca de cualquier cosa que pudiera mitigar el
hambre.
Intentó
infructuosamente cazar y pescar, probó todo tipo de hojas y algunas raíces
comprobando su incapacidad y escasez de conocimiento.
Llegó
a la casa con solo una rama de laurel y algunas ideas en su mente.
El
silencio era interrumpido por el chisporroteo del fuego, el aroma a laurel y
carne a la parrilla invadía la isla.
-
¡Esto es exquisito! -. Dijo la mujer
mientras acercaba el plato a su pareja con claro gesto de repetir la porción.
-
Te sirvo otro trozo -. Expresó sonriente
el hombre mientras trozaba un cuarto trasero.
Esa
noche tuvieron una relación sexual frenética bajo las estrellas del Delta.
No
hubo interrupciones ni llantos de niño, tampoco precauciones para evitar un futuro
embarazo.